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El Mercado Central


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El Mercado Grande (su nombre oficial es Mercado Central) es el mercado cubierto más grande de Budapest y se ubica en la Plaza F.vám, número 1-3 en el distrito IX, justo en el punto donde el centro de la ciudad y Ferencváros se encuentran. Varias veces hemos podido ver el Mercado Grande en televisión, en las noticias de todo el mundo, ya que numerosos extranjeros de alto rango, artistas famosos hicieron sus compras de ajo y paprika roja húngara aquí, rodeados por cámeras. En el mercado más bonito, más grande y de surtido más rico de la capital húngara se puede encontrar todo, por ejemplo verduras frescas, carnes y especies.

Historia: La construcción del Mercado Grande emepzó en 1894 pero debido a un incendio repentino unos días antes de la inauguración planeada sólo el 15 de febrero de 1897 pudieron celebrar la fiesta de inauguración del mercado. Al mismo tiempo inauguraron cuatro mercados modernos más (los de la calle Hold, de la Plaza Rákóczi, de la Plaza Klauzál y de la Plaza Hunyadi). La construcción del mercado llegó a costar 1 millón 900mil florines, que casi equivale a los gastos totales de construcción de los otros mercados del distrito en total. Tras la felicitación entró el primer tren de cargas en el edificio y el día siguiente empezó la vida bulliciosa del Mercado Grande.

El primer director del mercado era Nándor Ziegler quien estableció una gran cantidad de reglas estrictas. Una de éstas era que los vendedores sólo podían utilizar el equipamiento del mercado, no podían levantar sus propios puestos. Los precios de alquiler de los lugares fueron rígidamente preestableecidos según los artículos que querían vender, los pescadores pagaban los precios más altos porque tenían que pagar el alquiler de las neveras. Además, los comerciantes se veían obligados a aceptar una gran cantidad de reglas referidas al higienie. La transportación de mercancías y los horarios de la venta estaban rígidamente controlados y estaba prohibido ofrecer mercancías en voz alta, gritar, cantar, silbar, usar palabrotas y blasfemar. El sistema introducido por el director no tuvo gran éxito entre los vendedores. Había varias mercancías que no cumplían con los requisitos establecidos por las nuevas reglas de calidad. En la prensa aparecían cada vez más artículos criticando el establecimiento, los cientes se quejaban de que desde la inauguración del mercado todo era mucho más caro y decían que los vendedores eran groseros y les engañaban con frecuencia. La observación de las prescripciones fue estrictamente controlada y a veces confiscaron algunas mercancías. Pero después de las insatisfacciones de los primeros meses los comerciantes se dieron cuenta de que el tráfico comercial era cada vez más intenso y de que eso podía asegurar una existencia más estable para ellos. A lo largo de los años el mercado central iba desarrollándose tanto exterior como interiormente, el mercado de los pescados fue añadido y empezaron la ampliación de la parte del muelle al lado. Pero durante la Primera Guerra Mundial el caos se apoderó totalmente del mercado: los precios estaban en las nubes, los robos y las peleas eran cada vez más frecuentes.

El daño más significativo se produjo durante la Segunda Guerra Mundial. Una parte del mercado, de la planta baja, llamado el mercado de aves, fue totamente echado por tierra y la nave transversal de la calle Pipa quedó también gravemente dañificado. Para su reconstrucción se aprovechó de la cerámica guardada en el sótano pero lamentablemente durante la renovación la rápidez resultó ser más importante que la calidad. Durante los años sesenta - cuando se levantaron los puestos cubiertos que de ninguna manera encajaban en el conjunto - el mercado perdió su ambiente anterior y en el espacio interior se construyó una verdadera ciudad de puestos de muy mal gusto. La estructura del edificio iba arruinándose a un ritmo cada vez más acelerado a lo largo de las guerras y finalmente en 1991 el mercado mortalmente peligroso fue cerrado. La restauración del mercado declarado parte del patrimonio terminó en 1994 y llegó a ser uno de los edificios públicos más importantes de Budapest. Y en 1999 obtuvo el premio internacional más valioso de la arquitectura, el Premio FIABCI Prix d'Excellence.

El edificio: El diseñador del edificio era Samu Pecz, un profesor de la Universidad de Ingeniería y según sus planes construyeron el edificio en 1897 junto con la Universidad de Economía que está al lado. En la construción y realización del imponente edificio de la Plaza F.vám trabajaron los artesanos más conocidos de la época: por ejemplo su estructura de acero fue realizada por los fundidores de Schlick de gran renombre, la cerámica colorada es de la fábrica de Pécs de Vilmos Zsolnay, y en la fachada también fue decorada con pirogranito de Zsolnay. El Mercado Grande es uno de los ejemplos más bonitos de la construcción de ladrillos de la época del historismo húngaro y los detalles los demuestran perfectamente. Las puertas de piedra de la entrada son del estilo neoclásico. Los techos cubiertos de tejas coloradas y barnizadas están en armonia con los cuadros históricos y se ajustan a los requisitos del cambio de siglo en cuanto a la importancia de lo colorido, de la duración e higienie. Sus motivos geométricos que se repiten son en general cadenas de perlas o consolas pequeñas o otros motivos pero sea lo que sea, se distinguen de lo habitualmente usado en la época del historismo. Los intercalados cerámicos generalmente funcionaban como cornisas o posamanos, señalando o destacando los diferentes niveles. El espacio interior estaba dividido en dos partes entre los minoristas y mayoristas. Detrás de los puestos de los carniceros, verduleros, fruteros, pescaderos y vendedores de leche había un podio donde realizaban las subastas que estaban muy de moda en aquella época. Finalmente había una parte bien barricada del edificio: el corral. En el portal del mercado no se podía vender alimentos, esta zona quedaba reservada para vender cestas, papelería y artículos de regalo, de la misma forma como lo hacen hoy en día.

La vida diaria en el mercado: Hacer una excursión al Mercado Central siempre resulta ser muy fascinante a los visitantes curiosos. Nada más entrar por la puerta principal el viajero ya ni siquiera sabe qué dirección tomar porque los puestos coloridos y los artículos presentados con gusto atraen la atención desde el primer momento. Si logramos resistir la tentación de los primeros momentos y decidimos recorrer todo el edificio merece la pena empezar el recorrido en el sótano donde podemos degustar de los encurtidos que son típicos en la cocina húngara y también podemos comprar especialidades de especies orientales. Junto a los puestos pequeños una cafetería para desayunar, un supermercado y una drogueria están al servicio de los clientes. Subiendo desde la planta baja nos encontramos en medio de la vida bulliciosa del mercado y aquí, zigzagueando entre la inmensidad de puestos, podemos recrear la vista y comprar verduras y frutas frescas tanto como carnes y otros productos carniceros. La mejor manera de hacerlo es ir comiendo uno de estos sabrosos piezas de bollería que se llama media luna, se recomienda probar la que lleva queso ya que siempre están frescos y recién hechos. Y mientras comemos también podemos disfrutar del ambiente. Pero si sólo nos apetecería tener un nuevo peinado tampoco hay que ir lejos, sólo tenemos que visitar la peluquería que se encuentra en esta planta y dejar que las manos expertas nos hagan más atractivos. Después de subir las escaleras que nos llevan al portal, vale la pena pararnos un momentito y dar la vuelta porque así, desde esta altura se puede ver muy bien la estructura masiva del edificio y la enorme cantidad de los puestos. Después de haberlo visto todo llega el momento de descubrir esta planta. Aquí se vende principalmente artículos de regalo, peletería y vino. Y finalmente, cuando ya lo hemos visto todo, hemos recorrido todo el edificio y nos apetecería un descanso, se recomienda dar un paseo por los puestos donde se fríe longanizas, pescado y tartitas de harina hecha a la sartén, que a los gastrónomos les suele atraer por ser especial. Resumiendo, si tenemos tiempo es mejor recorree todas las tres plantas, comer un pastel de hojaldre casero, porque solamente de esta manera podemos ver cómo son realmente las costumbres de comprar y regatear de los ciudadanos. Y aunque en realidad no queramos comprar nada merece la pena hacer este recorrido porque bastan unos minutitos para adentrarnos en el ritmo de los habitantes de la capital y conocer el edificio impresionante.



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